InicioENCUENTRO CULTURALNutrición de hemodiálisis: un desafío vital para la salud y supervivencia

Nutrición de hemodiálisis: un desafío vital para la salud y supervivencia

La enfermedad renal crónica (ERC) es una condición debilitante que afecta a millones de personas en todo el mundo. Uno de los tratamientos más comunes para aquellos que han alcanzado un estado avanzado de esta enfermedad es la hemodiálisis, un proceso esencial para eliminar los desechos y el exceso de líquido del cuerpo.

Sin embargo, este tratamiento no está exento de complicaciones y una de las más preocupantes es la malnutrición proteico-calórica.

Gisselle Guzmán, médico nefróloga de los Centros de Diagnóstico y Medicina Avanzada y de Conferencias Médicas y Telemedicina (Cedimat), destaca la importancia de prestar atención a la nutrición de estos pacientes.

“Los pacientes en hemodiálisis presentan alteraciones nutricionales por múltiples factores que van desde un exceso de comorbilidades, hasta un estado inflamatorio persistente», explica.

Durante cada sesión de diálisis, los pacientes pueden perder entre 2 y 3 gramos de aminoácidos por hora en el líquido dializador y entre 13 y 15 gramos de proteínas en total.

Esta pérdida significativa de nutrientes, sumada a los efectos del estado urémico y otras complicaciones metabólicas, contribuye a la disminución de la masa magra en aquellos que llevan más de cinco años sometidos al tratamiento.

Síndrome de desgaste
En 2008, la Sociedad Internacional de Nutrición Renal y Metabolismo introdujo el término «síndrome de desgaste proteico-energético», para describir el estado patológico en el que se encuentran muchos pacientes con ERC en diálisis.

Este síndrome se caracteriza por la pérdida progresiva de masa magra (depósitos proteicos) y de masa grasa (reservas energéticas), producto de un estado de hipercatabolismo continuo. Los trastornos de desnutrición en estos pacientes no son simplemente el resultado de una ingesta inadecuada de alimentos, sino también de alteraciones metabólicas complejas que agravan su condición.

La resistencia a la insulina, la acidosis metabólica (elevación de ácidos en la sangre) y un apetito reducido debido al estado urémico, son sólo algunas de las barreras que enfrentan estos pacientes para mantener una nutrición adecuada.

La doctora Guzmán precisa que estos factores son determinantes para el pronóstico del paciente, ya que el desgaste proteico-energético no sólo afecta su calidad de vida, sino también su supervivencia a largo plazo.

Recomendaciones
Debido a las particularidades metabólicas de los pacientes en hemodiálisis, es fundamental que reciban un seguimiento nutricional constante.

Guzmán subraya que «la dieta de un paciente con enfermedad renal crónica que no se encuentra en diálisis no puede ser la misma que la de un paciente que ya requiere terapia renal sustitutiva».

En el estado inicial de la enfermedad, la ingesta de proteínas suele limitarse a 0,8 gramos por kilogramo de peso. Sin embargo, en pacientes sometidos a hemodiálisis, la ingesta proteica recomendada aumenta a 1,2-1,4 gramos por kilogramo de peso, con el fin de compensar las pérdidas de proteínas durante las sesiones de diálisis.
Otro aspecto clave en la nutrición de estos pacientes es la ingesta de sal.

El consumo elevado de sodio en pacientes con enfermedad renal crónica está directamente relacionado con una mayor retención de líquidos, lo que puede conducir a sobrecargas de volumen en órganos como los pulmones, el corazón y miembros inferiores.

La recomendación general es limitar la ingesta de sodio a menos de 2 gramos por día, lo que equivale a un máximo de 5 gramos de sal.

Reducir el consumo de sal no sólo ayuda a evitar complicaciones cardiovasculares, sino que también facilita el manejo de la presión arterial y mejora la tolerancia a la diálisis.

Uno de los desafíos más importantes en la nutrición del paciente de hemodiálisis es mantener el equilibrio adecuado entre el fósforo y el calcio. Debido a la incapacidad del riñón para activar adecuadamente la vitamina D, la absorción de calcio en el intestino se ve comprometida, lo que lleva a una serie de alteraciones metabólicas.

Para compensar esta deficiencia, el cuerpo libera la hormona paratiroidea (PTH), que extrae calcio y fósforo de los huesos, debilitándolos y aumentando el riesgo de fracturas.

En los pacientes sometidos a hemodiálisis, se recomienda una ingesta diaria de calcio de entre 1,200 y 1,600 mg, y de fósforo de 800 mg.

Es crucial que estos pacientes limiten al máximo los alimentos procesados y enlatados, ya que suelen contener fosfatos como conservantes, lo que puede agravar las alteraciones metabólicas del calcio y fósforo.

El consumo de alimentos ricos en estos minerales debe estar cuidadosamente controlado; y el uso de suplementos o medicamentos para controlar los niveles de fósforo puede ser necesario en muchos casos.

A pesar de los retos que presenta la nutrición en pacientes de hemodiálisis estables, su gasto energético es similar al de personas sanas.

Por ello, los requerimientos calóricos de estos pacientes suelen oscilar entre 30 y 35 calorías por kilogramo de peso ideal al día.

Alrededor del 50-60 % de estas calorías deben provenir de carbohidratos, preferiblemente de absorción lenta, como los carbohidratos complejos, para mejorar la tolerancia a la glucosa.

En cuanto a las grasas, se recomienda priorizar el consumo de ácidos grasos no saturados, que son más saludables para el sistema cardiovascular.

Finalizó asegurando que con un seguimiento nutricional adecuado y el uso de tecnologías avanzadas como la bioimpedancia, es posible ofrecer a estos pacientes una atención integral que les permita afrontar su tratamiento con mejores perspectivas de salud.

Nutrición adecuada

— Calidad de vida
La especialista destaca que en definitiva la nutrición adecuada en pacientes de hemodiálisis es fundamental para mejorar su calidad de vida y reducir las complicaciones asociadas a la enfermedad renal crónica.

¿Cómo prevenir la desnutrición?
La prevención de la desnutrición en los pacientes de hemodiálisis requiere un enfoque multidisciplinario y un seguimiento regular.

Entre las herramientas más efectivas se encuentran la monitorización mensual de los niveles de albúmina, calcio y fósforo en la sangre, así como el seguimiento nutricional trimestral.

Además, el uso de la bioimpedancia bimensual permite evaluar la composición corporal del paciente, determinando el porcentaje de masa magra, masa grasa y exceso de líquido.




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