James sumó otro capítulo dorado a un libro repleto lleno de grandeza en el mejor baloncesto del mundo
El rey ha vuelto a la cima de la NBA. Y lo hace con las últimas piezas de colección que más se anhelan en el mundo que compite: el trofeo de campeón y el de Jugador Más Valioso de la serie final.
Damas y caballeros, LeBron James, a sus 35 años y 17 campañas en la liga, volvió a dar cátedra, escalando hacia una atalaya desde la que contempla al resto de los jugadores como simples mortales.
Giannis Antetokounmpo no pudo llegar a la tierra prometida. James Harden y Russell Westbrook tampoco. Luka Doncic apenas comienza. Kawhi Leonard y Paul George quedaron a deber con los Clippers. Y así por el estilo.
El cetro 17 de los Lakers tiene muchos contribuyentes, sería injusto atribuirle el éxito colectivo a un individuo, pero ese título, obtenido en una campaña con retos de envergadura jamás imaginados, tiene el sello de James.
Esa es la ley, que no siempre mide con equidad, pero es la ley.
Mucho respeto para Anthony Davis, Kentavious Caldwell-Pope, Rajon Rondo, Alex Caruso y el dirigente Frank Vogel, pero si alguien se ha ganado los derechos de blasonar por una corona de ribetes históricos, ese es el de Akron.
Alguien dijo una vez que ganar no era lo más importante, sino lo único que importa. Si para Cleveland fue grande celebrar en 2016, con el famoso regreso del 1-3 de los Cavaliers de LeBron, vale la pena preguntar la dimensión de esta conquista para los Lakers, la ciudad de Los Ángeles y su amplia fanaticada en un 2020 de duros momentos.
Para James, el cierre espectacular de la campaña le añade más puntos de grandeza a una carrera que ha roto esquemas.
Triunfó en la Conferencia Oeste, donde la piña es más agria, pero pudo encontrar el dulce. Es apenas el cuarto mortal que ha ganado con tres equipos. Sin irrespetar a los tres miembros restantes del club, pero no se suben en el vehículo que LeBron conduce.
Es uno de dos con cuatro premios al Jugador Más Valioso en finales. El otro es Michael Jordan. LeBron es el único en recibir ese lauro con tres equipos distintos. Hablando de conjuntos, Houston sintió su furia en primera ronda. Denver recibió su dosis aniquiladora. Miami fue destruido. Nada mal para un “señor mayor” que debutó en 2003, una clase cuya mayoría de integrantes ahora se dedica a otro oficio mientras él continúa haciendo de las suyas en la duela.
Fuera de la cancha
LeBron ha sabido combinar su extraordinario desempeño en el tabloncillo con ser una voz para los más necesitados, luchando contra la desigualdad y abrigado a la esperanza de un mundo mejor.
Se puede o no estar de acuerdo, pero el número 23 no se agacha en el aspecto social y hasta el momento ha sido un esposo y padre ejemplar. En un mundo lleno de figuras que emulan al sorbete, de plástico por fuera y vacíos por dentro, el señor James tiene sustancia.
Líder de la liga en asistencias durante la regular con 10.2, además de promediar 25.3 puntos por juego, LeBron no se detuvo en la final, compilando 29.8, 11.8 rebotes y 8.5 asistencias por encuentro.
A James hay que tenerle un cocinero especial porque su comida es aparte. Es que sigue siendo el rey.