Santo Domingo.-Las experiencias vivenciales del ser humano, desde exponerse a la luz del sol o a la inversa bajo un frondoso árbol en contacto con la naturaleza, o incluso espacios creados por el hombre, pueden generar estímulos para mejorar su salud mental y emocional.
A través de la neuroarquitectura se busca comprender y demostrar mediante estudios multidisciplinares como los entornos afectan al ser humano y los beneficios que puede recibir de forma tangible vía un correcto diseño de parques, escuelas, calles para transitar y cualquier espacio habitable.
“Todos hemos vivido experiencias que nos confirman cómo el entorno influye en nosotros. Desde el cambio en la clima, que afecta nuestras emociones hasta situaciones vivenciales directas con la música o el olor.
Aquí entra en juego lo neuro, el entendimiento del cerebro, que se une con la arquitectura para analizar la experiencia espacial”.
El planteamiento es de la arquitecta Heidi González, egresada y coordinadora académica de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.
Dentro de esos elementos cita lo referente a los materiales usados en las construcciones, la escala, lo tangible, lo sensorial, aspectos que se entrelazan para comprender cómo las personas reaccionan ante esos estímulos.
La arquitecta pone de relieve que en base a mayores informaciones se pueden diseñar espacios como escuelas, en las que los niños se sientan mejor y estén más enfocados para aprender y se den respuestas a necesidades puntuales más allá de lo funcional, igual las viviendas.
Bienestar humano
Por esa razón insiste en que una buena arquitectura siempre va a poner al ser humano en primer plano, de forma integral, la ergonomía, los estímulos y su bienestar, sin dejar de lado características básicas como el clima, la luz y el contacto con la naturaleza.
Espacios públicos
“Donde quiera que nos movemos, estamos expuestos a estímulos que impactan nuestro cuerpo y mente, medibles a través de indicadores como el ritmo cardíaco, la sudoración en la piel o las palpitaciones.
Por ejemplo, cuando estamos en un tapón, rodeados de bocinas y caos, contrastamos esa experiencia al entrar a una iglesia, donde sentimos paz”, comenta la experta.
Esos entornos generan una serie de percepciones que, a través de los sentidos, transforman emociones y, con ellas, la conducta de la gente, explicó la profesional.
Valor agregado
— Estructuras
Entre los elementos a valorar citó la iluminación solar, ventilación natural y la presencia de vegetación, que pueden incluso aliviar la depresión. Resaltó los espacios que respondan a necesidades funcionales y emocionales.