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FRANK RAINIERI: EL HOMBRE Y SUS CIRCUNSTANCIAS (VIDEO)

Por Bolivar Mejia

PRIMERA PARTE

CONVERSACIÓN DEL CEO FRANK RAINIERI MARRANZINI CON EMPRESARIOS DE BANÍ EN PUNTARENA

El día 6 de junio del 2024 se realizó el primer conversatorio entre empresarios miembros del Clúster Turístico y Productivo de Baní y el empresario turístico Frank Rainieri Marranzini. A casa llena, en el club de playa del proyecto turístico Puntarena en Sabana Buey, Baní, el encuentro tuvo como moderador al presidente del Clúster, el arquitecto Juan Tejeda. Una vez hecha la introducción, el invitado comenzó a narrar sus vivencias a los empresarios presentes, por más de dos horas, entre anécdotas, jocosidades y eficaces consejos concernientes al sector turístico. Todo con el objetivo de que los empresarios banilejos conozcan el corazón de la industria y los pulsos de sus latidos más íntimos.

Juan Tejeda (JT): Bienvenido Don Frank y gracias por sacar de su valioso tiempo para compartir con nosotros.

Frank Rainieri (FR): Para mí es un placer compartir mis experiencias —comenzó el empresario—. Yo comentaba en la mesa que cuando yo comencé en esta industria no encontré a nadie que me aconsejara y me orientara de alguna forma, por eso choqué con muchas paredes. Pude haber evitado muchas decepciones si hubiese tenido quien me orientara en aquella época.

Sería una mezquindad de mi parte, después de haber acumulado 54 años de experiencia, en noviembre voy rumbo a cumplir 55 años en esta industria, no transmitir mis vivencias. Que pueden estar equivocadas o no, pero son las que he vivido, por eso las comparto de todo corazón y con sinceridad. Hagan las preguntas que ustedes quieran, si no tengo una respuesta, lo diré, pues no lo sé todo. Todos los días aprendo algo nuevo, pero lo poco que he aprendido a lo largo de mi existencia se lo voy a transmitir con muchísimo gusto.

JT: Don Frank, ¿cuál es la importancia del turismo para el desarrollo de los pueblos?

FR: Por el turismo, me invitan a diferentes sitios: Guatemala, Honduras, Panamá, Estados Unidos. En Londres estuve en una ocasión y también en Málaga, donde fui a dictar conferencias, charlas que nunca olvido. En uno de esos países me preguntaron por qué estaba promoviendo el turismo en un país que podría convertirse en competencia para Punta Cana y la República Dominicana y yo les contesté de esta forma: ¿Usted cree que nosotros somos los que dominamos el mundo del turismo? En ese entonces mil 200 millones de personas salían a hacer turismo fuera de sus países; por lo que pregunté: ¿y usted sabe cuántos recibimos en el Caribe completo? Y les dije, 36 millones, por tanto, nos quedan mil 164 millones de personas que atraer y eso me permite no pensar con mezquindad.

JT: ¿Qué piensan los Rainieri de la competencia?

FR: Hay gente que dice que los Rainieri no quieren competencia, pero yo me pregunto, ¿cuál? Si hay para todos, lo que tenemos que hacer es tratar de competir con altura, sin bajar los precios, como sucedió en el pasado reciente en República Dominicana. Esta acción afectó a todo el mundo; porque cuando uno baja los precios, el otro también los baja y el otro, hasta que llega un momento donde el negocio dentro de la industria se torna insostenible.

Eso pasó en el país, pero gracias a Dios es una etapa superada. Por eso creo siempre que mientras pueda llevar mi experiencia a todas las esquinas de República Dominicana y a otros países de la vecindad, será mejor, porque tenemos que recordar algo muy importante. Yo decía en Guatemala en una charla donde había unos 20 congresistas, el sector privado y representantes de casi toda la sociedad guatemalteca: pregunté en esa ocasión, ¿saben cuál es la importancia del turismo para nuestros países?

A seguidas les expliqué: miren, en el caso de Guatemala tiene 500 años siendo líder importador de café, productores de azúcar, productores de otros rubros, pero ¿ha cambiado el país en algo? No, entonces, el valor de la industria turística con respecto a otros medios de producción, es que moviliza las sociedades, permea todas las áreas de la vida de un país y genera cambios.

JT: ¿Y cuál es el valor de esos cambios que se generan?

Esos cambios permiten ascenso social; y cuando hay ascenso social, la gente no piensa en tirar piedras, ni en quemar gomas, ni armar líos; por lo tanto, hay paz, y eso es lo que se necesita para generar más turismo. Yo les explicaba a los guatemaltecos que tenían que cambiar, porque el turismo es la industria de mayor crecimiento en el mundo de los últimos 25 años.

Lo que sacó a España de la pandemia no fue el vino o el aceite de oliva, fue el turismo, que el año pasado aportó 12.4% al Producto Interno Bruto español. No estamos hablando de una economía pequeña como la de República Dominicana. Solamente en los primeros 4 meses del año generó 35,000 millones de dólares; es una industria en crecimiento constante.

JT: ¿El impacto de la tecnología en el turismo?

Todos los días la gente usa un celular, que le muestra el mundo, y así comienzan a ver nuevos ambientes, lo que les genera el deseo de querer viajar a conocerlos. Eso pasa con todo ser humano, no importa de dónde sea, ni a la clase social que pertenezca.

De esta forma el turismo sigue creciendo, porque forma parte de las expectativas del ser humano; y lo más interesante es que, después de probarlo una vez, les gusta y, Dios lo bendiga, porque nosotros como país y toda la región se benefician de esa necesidad de viajar que se despierta cada día en las personas.

Ahora bien, en esta industria hay que tomarse una pastilla de ubicatina, que la venden en la farmacia ubicatex, es muy importante tomársela, porque a veces queremos o pretendemos cosas que no son posibles y es ahí cuando entra en juego el saber ubicar el nicho de cada lugar, su fortaleza, para poder desarrollar el destino en base a ese potencial.

JT: Don Frank, usted es conocido en el mundo por haber creado el destino más popular de la región del Caribe y parte de Latinoamérica. Explíquenos, ¿cómo se convierte Punta Tiburón, como se llamaba entonces, en Punta Cana?

Yo siempre uso el término «el hombre y sus circunstancias». Yo tenía 24 años de edad, no estaba pensando en turismo; formaba parte de una pequeña compañía de tractores y avionetas. Preparábamos la tierra para la siembra y fumigábamos parcelas con aeronaves. En esa época muchos de ustedes no habían nacido o eran muy niños. Hubo un momento donde los plátanos subieron de precio, a tres centavos cada uno; en Azua estaban las famosas guineeras, y el estado las había adquirido de la Dominican Fruit.

El Presidente de la República, el doctor Joaquín Balaguer, presionado por la carestía, durante un discurso, muy molesto expresó que el secretario de agricultura no podía ser un secretario de escritorio, tenía que salir a sembrar el país para bajar el precio de los plátanos.

Nosotros nunca habíamos trabajado para el gobierno, pero el secretario de agricultura de entonces era nuestro amigo, y recuerdo que me dijo, «Frank, estoy ahogado». Nos metimos a trabajar el terreno 16 horas, con dos turnos al día. En ese momento yo creía que la agricultura era el futuro del país y era lo que me gustaba. Desmontamos la tierra y en 90 días sembramos 15 mil tareas de plátanos, una locura.

JT: El hombre y sus circunstancias…

Ahí entra el hombre y sus circunstancias. Resulta que un pariente vino de Puerto Rico, el tío Oscar Imbert, quien era amigo de unos norteamericanos. Estos personajes no hablaban español y le invitaron a República Dominicana porque querían buscar un lugar adecuado para montar una escuela de marino mercante y le preguntaron a mi tío si conocía a alguien que les pudiera ayudar, a lo que mi tío les respondió: «tengo un sobrino que a lo mejor en su tiempo libre nos puede ayudar».

Yo les presté la ayuda a los americanos. En mi compañía de fumigación tenía siete o seis avionetas para fumigar y una de cuatro pasajeros para trasladarnos. Teníamos avioneta en la cruz de Manzanillo, en Oviedo para el algodón, Angelina y Cotuí; para la caña teníamos en Romana y Consuelo. En esa avioneta mi tío salía con uno de los pilotos y en ocasiones yo iba con ellos a darle la vuelta al país, pero no encontraban un buen lugar; o mejor dicho, lo encontraron pero Balaguer les negó el permiso.

JT: ¿Y por qué se negó el presidente Balaguer a un proyecto de desarrollo?

Porque era en la bahía de la Gina en Sabana de la Mar, donde el estado desarrollaba un proyecto agrario. Gracias a Dios que se negó, porque si les da el permiso hoy tendríamos una escuela de marinos mercantes, y por eso lo del hombre y sus circunstancias.

Las espectaculares tierras del Este

JT: Don Frank, nos contaba que, al sobrevolar las costas del Este, el norteamericano le preguntó por la tierra…

FR: Sí, al sobrevolar las costas del Este, el norteamericano me preguntó, «¿Esta tierra de quién es?» y yo le respondí: «Ahí no vive ni el diablo y no se da ni la mala palabra.» Él me pidió que averiguara, así que procedí a buscar un abogado para hacer las averiguaciones. Nos enteramos de que, desde Macao hasta Juanillo, había solo seis propietarios en 46 km. Esa zona era pura selva a la orilla del mar, con muchos cocos. La tierra se vendía por mata de coco, no por tarea. Una mata grande en producción costaba 5 pesos, una mediana 2 pesos y medio, y una pequeña 1 peso. Así se vendía la tierra en esa zona.

Conseguí un abogado que investigó y encontró que había tres propietarios que ni siquiera tenían cocos. Estos vendían el derecho a madereros que entraban en cierta época del año a talar árboles para hacer traviesas para los rieles de los trenes de la caña de azúcar, para el Central Romana y los ingenios del CEA en San Pedro de Macorís. Como no había carretera, la madera se transportaba en goletas, pasando por Juanillo, lo que hoy es Cap Cana, y por Cabeza de Toro, donde se celebran los torneos de pesca.

JT: Entonces, ¿lograron comprar las tierras?

FR: Cuando se hicieron las averiguaciones, el americano quiso saber si vendían las tierras. Los dueños se pusieron contentos y pidieron un precio que yo pensé que era una locura, pero el americano estuvo de acuerdo. Eran 63 millones de metros cuadrados por 250 mil dólares. Hoy en día no se compra un solar en Punta Cana por 250 mil dólares. El americano ofreció 50 mil dólares por el derecho a la opción de compra, y los dueños estaban felices con esa cantidad, ya que los madereros solo les pagaban unos mil pesos al año.

Amor a primera vista

JT: ¿Cómo fue su primera impresión al visitar el lugar?

FR: Cuando aterrizamos en helicóptero, ya que no había otra forma de llegar, quedé impactado y me enamoré del sitio. Recordé mis años juveniles en Puerto Rico, donde fui testigo de cómo Fidel Castro cerró el turismo en Cuba y comenzaron a construir hoteles en Puerto Rico. Pensé, «Las playas de Puerto Rico no son tan buenas como estas,» y ahí concebí la idea de crear un destino de playa. Yo tenía 24 años y comencé a pensar en esas cosas. Preparaba la tierra del Central Romana y fumigaba. Tenía una camioneta Jeep que me llevaba a Punta Cana, un trayecto de seis horas desde Higüey.

Marcado por la tragedia

JT: Nos ha mencionado antes que una tragedia personal cambió su perspectiva.

FR: Sí, mi novia fue a comprar su traje de bodas al extranjero y en febrero de 1970, el avión en que viajaba sufrió un accidente y ella murió. Eso me destruyó emocionalmente y perdí el interés en los negocios de tractores y avionetas. Poco a poco, mis intereses cambiaron. Los americanos compraron la tierra el 1 de noviembre de 1969. En junio de 1970, nombraron a un representante y me preguntaron si quería quedarme como asesor con un sueldo de 100 dólares a la semana. Yo ganaba 275 al mes en mi negocio, así que pensé que ya era rico y le propuse a mi novia casarnos.

El reto de Ted

JT: ¿Qué pasó después de la compra?

FR: El representante americano visitó las tierras y, la primera vez, lo atacaron los mosquitos y regresó con fiebre. La segunda vez, ocurrió lo mismo. Entonces me dijo que lo hiciera socio del Country Club y del Club Náutico, donde trajo un velero de 67 pies. Me dijo que vería qué pasaba cuando se acabara el dinero.

Comencé a pensar qué se podía hacer y recordé un artículo de la revista Life sobre una villa pesquera en el Pacífico de México, donde construyeron un hotel para el personal de una película. Después del rodaje, el lugar se convirtió en un destino turístico: Puerto Vallarta. Me dije, «Esto es lo que hay que hacer aquí.» A los 24 años y sin un centavo, concebí la idea de crear un destino turístico.

JT: ¿Cómo se concretó la idea?

FR: Los americanos convocaron una reunión en Nueva York. El representante me pidió que lo acompañara. Durante la reunión, yo respondí todas las preguntas que el representante no pudo contestar. Dos semanas después, Ted Keel me invitó a pasar un día en su casa en San Tomás. Al final de la conversación, Ted me ofreció un salario de 1,200 dólares mensuales, pero le dije que no, porque siempre había dicho que no trabajaría para nadie si no era socio. Ted me ofreció venderme acciones, pero no tenía dinero.

Un acuerdo transformador

JT: ¿Aceptó la oferta de Ted?

FR: Ted ofreció pagarme 1,000 dólares mensuales y 200 dólares al mes en acciones, descontando 200 dólares de mi salario durante cinco años. Si lograba cumplir con lo prometido, dejarían de descontar después de dos años. Así comenzó la historia de Punta Cana.

Continúa…

Este contenido narra cómo Frank Rainieri inició su camino hacia la creación del destino turístico más popular del Caribe, superando obstáculos personales y profesionales, y mostrando la importancia de la visión y la perseverancia.

 

 

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