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¿Cómo es la vida universitaria con autismo?

¿Cómo es la vida universitaria de los estudiantes con autismo? Cuatro alumnos con Trastorno del Espectro Autista (TEA) de diferentes carreras y diversos expertos explican a EFEsalud su día a día, desde las adaptaciones a los estudios que necesitan, hasta lo prejuicios y discriminaciones que los universitarios con TEA sufren dentro de las aulas. Además, no se quedan solo en meras críticas, también sugieren propuestas para mejorar las Facultades y hacerlas más accesibles a las personas autistas, así como los avances que esperan de la sociedad para que sea más inclusiva con la diversidad funcional.

Se desconoce el número de alumnos con TEA que hay en las universidades españolas, pero el acceso a estos estudios superiores para muchos de ellos no resulta nada fácil, pues durante el bachiller no disponen de adaptaciones.

Así, la etapa del sistema educativo previo a la Universidad, es “completamente olvidada”, sostiene la presidenta de la Asociación ´Asperger Madrid”, Paloma Martínez.

Sin embargo, una vez dentro de las universidades, los estudiantes de TEA vuelven a poder tener adaptaciones a sus estudios, aunque lamentan que no siempre se cumplen y, en ocasiones, no son suficientes para estar en igualdad de condiciones con los alumnos neurotípicos.

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Adaptaciones para tener las mismas oportunidades

Todas las universidades están obligadas a tener una oficina para la inclusión de personas con discapacidad y los funcionarios de estas se encargan de ayudar a los alumnos con autismo con las adaptaciones que cada uno de ellos necesite.

Estas adaptaciones “lo único que buscan es que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades”, asegura Gustavo de la Torre, psicólogo en la oficina de atención a la discapacidad de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M).

No todos los universitarios con autismo tienen las mimas adaptaciones porque cada uno de ellos tiene diferentes necesidades.

Deia Villanueva, estudiante de Biología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), señala que necesita hacer los exámenes en un aula aparte porque los pequeños ruidos de una clase llena de estudiantes evaluándose le impiden concentrarse.

Por su parte, David Dias, estudiante de Periodismo en la UC3M, realiza las pruebas de evaluación a ordenador porque tiene disgrafía y su letra “es horrenda”, comenta el joven que insiste en que no es solo para él, también “para el pobre profesor que tenga que entender eso”.

En general, los estudiantes con autismo también cuentan con más tiempo en los exámenes, aunque la mayoría de ellos asegura no necesitarlo.

El día a día de una jornada lectiva para muchos de ellos supone “sobrevivir a la universidad”, sostiene Deia Villanueva.

“Acabamos tan agotados de socializar y de la sobrestimulación que cuando llegamos a casa no tenemos fuerzas para ponernos a estudiar”, explica la universitaria que recalca que eso les sitúa en desventaja con el resto de los alumnos neurotípicos.

En el caso de Ana García (nombre ficticio), que estudia el doble grado de Ciencias Políticas y Filosofía en la UCM, necesita llevar a clase juguetes antiestrés para autorregularse.

Cuando se satura puede llegar “un poquito tarde o salir un poco antes”, detalla.

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También puede llevar gafas de sol porque las luces artificiales le molestan bastante, aunque aclara que no siempre lo hace.

Además, Ana puede grabar las clases ya que tiene un retraso en el proceso auditivo, por lo que a veces no consigue diferenciar los sonidos y no es capaz de distinguir lo que está diciendo el profesor, solo escucha ruido.

David Dias en la Universidad Carlos III de Madrid en el Campus de Getafe/Foto: Carmen Jaquete

El capacitismo, un prejuicio también en las universidades

Pero los alumnos lamentan que no siempre el profesorado hace estas adaptaciones y Deia quiere dejar muy claro que no se trata de “un favor” como muchas veces se plantea.

“No es algo que los profesores hacen si les apetece, es algo que tienen que hacer por ley”, reclama la joven.

Ana relata que tenía un profesor que hacia muchos comentarios en los que decía cosas como que “las personas autistas eran muy robóticas” o “que no tenían sentimientos”.

Los estudiantes de otras facultades también reconocen haber sufrido capacitismo en las aulas, que es como se conoce a la discriminación a las personas con discapacidad.

“Una profesora se negó a hacerme las adaptaciones. Contacté con la oficina de inclusión y me dijeron que no me las iba a hacer. Cuando llegó el examen decidió hacerme la mitad y después me dijo que era para demostrarme que era capaz de mucho más de lo que creía, que estaba muy orgullosa de mí y me dio un abrazo sin consentimiento”, relata Deia Villanueva.

Tras este episodio la estudiante de Biología recuerda que se quedó “fatal” y que fue “una situación horrible”.

Otro estigma que sufren los alumnos con autismo en la universidad es la infantilización.

“Ven a las personas como un niño eterno y hablan por encima de ti”, señala Ana.

“Los profesores te ven súper inocente, te abrazan o te tocan cuando no quieres”, añade Deia.

Deia Villanueva, estudiante de Biología en la Universidad Complutense de Madrid, en una calle del barrio de Chamberí/Foto: Carmen Jaquete

Sheldon Cooper ha hecho mucho daño

Las personas con autismo también tienen que batallar contra los prejuicios y estereotipos que les persiguen constantemente.

“La mayoría de nosotros acabamos ocultando que somos autistas porque es la única forma de que nos tomen en serio”, sostiene Deia.

Ignacio Pantoja, estudiante de Farmacia en la UCM, denuncia que “las series como ‘Big Bang Theory’ no tienen nada que ver con la realidad” y Deia recalca que el protagonista de esta serie, Sheldon Cooper, al que se muestra como a una persona autista “ha hecho mucho daño”.

“Si has conocido a una persona autista, has conocido a una persona autista, porque somos muy diferentes cada uno. Sí, tenemos dificultades similares, pero las presentaciones son tan diversas como las personas”, explica Deia.

Para luchar contra los estereotipos, David propone ver a nuevos referentes porque considera que no hay ninguno “que no sea desde el cliché” y que le gustaría “ver a un autista médico, político o periodista”.

Además, todos los estudiantes entrevistados han asegurado haber sufrido acoso escolar en al menos una de sus etapas educativas.

Aunque en la universidad el acoso es mucho menos frecuente, Ignacio señala que en muchas ocasiones sus compañeros le han dejado de lado por ser diferente.

Ignacio Pantoja, estudiante de Farmacia en la Universidad Complutense de Madrid, en el parque de la Quinta de la Fuente del Berro/Foto: Carmen Jaquete

Los estudiantes con autismo deben ser escuchados de verdad para poder mejorar la universidad

Para mejorar las universidades y que estén más adaptadas, Ana cree que es necesario “consultar a las personas autistas y escucharlas de verdad”, ya que siente que las instituciones no cuentan con los propios estudiantes a la hora de implementar medidas de mejora.

David propone crear grupos de apoyo en los que pudieran “aprender unos de otros”, como los que él tenía en Bélgica cuando estuvo de erasmus en la PLX University of Applied Sciences and Arts.

Allí se sorprendió al encontrase con unos 150 estudiantes con autismo, en comparación con Madrid que es el único.

Además, contaba con una ayuda “más personal” que le gustaría que hubiera también en España.

En Bélgica, la universidad le proporcionó un psicólogo privado y le ayudó a conseguir un trabajo adaptado en la hostelería para que pudiera tener una independencia económica.

Deia y Ana reclaman “un servicio de salud mental y de apoyo especializado dentro de la universidad”, ya que el que hay “no está hecho para personas con discapacidad”.

Lamentan que es un servicio telefónico y que las personas con autismo tienen problemas para llamar y que no ofrece una atención con seguimiento, sino que son solo consultas puntuales.

“Contar con un sitio en la biblioteca en el que no tengamos que estar sometidos a la misma iluminación y con más espacio para movernos, porque una persona autista necesita moverse mucho”, propone Ana.

Ella cree que “la universidad debería ser adaptada a nivel estructural”.

Falta de personal

Desde la oficina para la inclusión de la UCM, su coordinadora Antonia Durán insiste en la falta de personal.

“Solo hay tres compañeros y dos becarias” para toda la universidad, que cuenta con más de 35.000 estudiantes, especifica.

Aunque Antonia considera que el verdadero reto para mejorar la universidad reside en el profesorado, para el que ve necesario “más formación y apoyo para hacer las adaptaciones”.

David precisa que no todo puede ser “pastillas y dinero”, sino que para que realmente se mejore la sociedad es necesario “integrar a las personas, hacerles saber que son útiles, que no hay que tener lástima y que pueden aportar”.

Las personas con discapacidad ofrecen “una visión diferente del mundo y ayudan a crear una sociedad más diversa y constructiva”, sostiene David.

 




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